La resistencia bacteriana a los antibióticos es un problema de salud pública y por ello los conocimientos de los perfiles de susceptibilidad antimicrobiana deben orientarse a la elaboración de esquemas de tratamiento más eficaces y un programa de uso racional de antibióticos.
Es preciso saber que cada agente antimicrobiano tiene un modo de acción único, lo que le da la capacidad para inhibir el crecimiento bacteriano gram-positivo o gram-negativo; en el caso que sea de ambas se les considera de amplio espectro.
Existen grupos bacterianos capaces de hidrolizar antimicrobianos betalactámicos gracias a sus enzimas betalactamasas; consiguiendo inactivarlos; aquellas que son de espectro extendido están entre las de mayor relevancia.
El Staphylococcus aureus es un residente habitual del hábitat hospitalario, donde ha originado problemas de multirresistencia a meticilina, cloranfenicol, tetraciclinas, macrólidos, lincosaminas, aminoglucósidos e incluso quinolonas.
1. ANTIBIOGRAMA
El antibiograma se realiza para determinar la probabilidad de que un antibiótico concreto sea eficaz para detener el crecimiento de las bacterias. Con esta prueba se determina la susceptibilidad, que es un término utilizado para describir la condición en la que los microorganismos no pueden crecer en presencia de uno o más medicamentos antimicrobianos.
Los resultados pueden ser:
Sensible: probable, pero no está garantizado, que inhiba el microorganismo patógeno. puede ser una opción apropiada para el tratamiento.
Intermedio: puede ser efectivo a una dosis más alta, o una dosificación más frecuente, o efectivo solo en sitios corporales específicos donde el antibiótico penetra para proporcionar concentraciones adecuadas
Resistente: no es efectivo para inhibir el crecimiento del organismo; puede no ser una opción apropiada para el tratamiento
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